Recibí como comentario y me pareció interesante ponerlo como post.
La columna de pepe preguntón
Hierve el agua
Una mitad de los uruguayos se pregunta, por estas horas, cómo es posible que la otra mitad no sea capaz de advertir el grave riesgo que supondría la elección de José Mujica como presidente de la República.
Veamos si un experimento, básico pero esclarecedor, puede ayudar a la comprensión. Tome una olla. Llénela de agua fría y póngala a calentar. Cuando el agua haya roto el hervor, tome una rana y tírela al agua. ¿Qué debe esperar que suceda? La rana, que es un batracio pero no es tonta, saldrá disparada del agua con un rápido salto. Sabrá que si allí se queda, allí se muere. Y su instinto de supervivencia la pondrá a salvo.
Ahora repita la experiencia, con un simple cambio. Tome una olla, llénela de agua fría y ponga la rana en el agua. Vea cómo nada. Mientras la observa, ponga el agua a calentar a fuego muy lento. Y siga observando. Verá que la pobre sigue nadando, sin darse cuenta jamás que el agua, que estaba fría, se va tornando tibia primero y algo templada después. Para cuando la rana se percate que algo anda mal ya será demasiado tarde. Morirá lentamente, casi sin darse cuenta y sin atinar a salvarse.
Así estamos. Una mitad de los uruguayos, que está fuera del agua, se resiste a ser arrastrada hacia la humeante olla de agua hirviendo. Percibe que de allí no hay salida. Que de ese sitio ya no hay retorno. Como no lo hubo en Venezuela. Como no lo hay en Bolivia. Como no lo hay en Argentina. Y se resiste a morir con los ojos abiertos, sin advertir al resto el enorme peligro que se corre.
Es la gente que hoy, dolorosamente, comienza a hacer planes para emigrar. No por ellos, sino por sus hijos. Porque no quiere para ellos lo mismo que otros ya están padeciendo. La otra mitad, que entró a la olla con el agua fría, sigue nadando ignorante de lo que se avecina. Ni siquiera le importa que le cambien de hornalla. Que sea Mujica y no Vázquez quien gradúe la temperatura. Para ellos todo está bien.
Y va a seguir bien. Si el agua empieza a burbujear, piensan, peor para el resto. Si alguien se hace el listo, Mujica los va a poner a raya, como hizo con los militares. Si los sindicatos son los que mandan, que se embromen los empresarios. Y si no les gusta, que cierren. Total, para eso está el Estado, que puede seguir subsidiando indefinidamente emprendimientos aunque no sean rentables. O puede pedir más ayuda al comandante Chávez. Porque así son las cosas. Y al que no le guste el agua así, que se vaya. Que la olla, después de todo es de ellos. Y el mango, creen, también.
No es el Uruguay que el mundo aprendió a admirar, pero es el Uruguay que a una mitad de los uruguayos le resulta muy cómodo. Un Uruguay donde la cultura del trabajo y el esfuerzo se han vuelto bienes en desuso. Un país donde el que trabajó para comprarse algo tiene que vivir con miedo, pero el que roba y vive de lo ajeno no siente que deba temer a nada. Donde hay familias que luchan para darle de comer a sus hijos, y viven peor que los que mandan a los gurises a pedir a los semáforos mientras papá y mamá cobran la asistencia del Estado. Un país lleno de resentidos y de resentimientos, que en lugar de imitar al que hace las cosas bien, se esfuerza para bajar al que se destaca y por igualar siempre hacia abajo.
Es el país que nos dejaron los que se llevaron el Uruguay que fue. Pero también es el país que, la otra mitad, se dejó arrebatar por no haber sabido o no haber podido defender los principios, los valores y todo lo que le hizo grande. Unos con su acción y otros con su omisión, todos son a su modo responsables de este presente y del oscuro futuro que se avecina para un gran país al que muchos se empeñaron, y todavía se empeñan, en convertir en un paisito.
El agua ya rompió el hervor. Que los que piensan lavarse las manos en este cruce de caminos que enfrenta la República no digan, después, que no se les avisó.
elpepepregunton@gmail.com
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