Empezó el Golpe de Estado
OTRO FEBRERO AMARGO
Resumen de la Conferencia
que dio Rodolfo M. Fattoruso a finales de la presente semana ante un grupo de ciudadanos
que se congregaron a analizar la realidad política nacional ante los últimos
acontecimientos que ponen en riesgo la estabilidad institucional de la
República.
La República está en
peligro y los partidos políticos republicanos y democráticos parecen no haberse
enterado. El Frente Amplio se ha propuesto derrocar a uno de los tres poderes
independientes del Estado sirviéndose de todos los instrumentos a su alcance, a
saber: primero y desde hace bastante tiempo, la amenaza velada; luego el
insulto, la asonada violenta, la prepotencia parlamentaria, el atropello delos
militantes, la insolencia con la que sus dirigentes se refieren a la Suprema
Corte y a los jueces y les piden cuenta de sus actuaciones, como si fueran sus
patrones, sus amos.
Nunca en la historia del
país ha ocurrido un atropello semejante. Los Golpes de Estado fueron todos, sin
excepción, dados contra la independencia y los derechos del Poder Legislativo;
en esos lamentables casos a la Justicia se la rebasó, se la desconoció. Lo que
está aconteciendo hoy es diferente: se la quiere derrocar, hacerla caer,
que sus miembros obedezcan al Plenario del Frente Amplio o que renuncien a sus
cargos, que los dictámenes que emanen del Supremo Tribunal de la Nación
solamente expresen lo que los marxistas en el poder entienden que deben
ordenar.
A diferencia de otros
Golpes de Estado, donde la conspiración por lo general se urdió en las sombras
y en el silencio, aquí la soberbia desencajada del Frente Amplio actúa
impunemente a la luz del día y proclama, a quien lo quiera oír, su voluntad
derogatoria de los superiores fueros de la Justicia. Lo han dicho, y lo están
ejerciendo: la Suprema Corte, por el camino que sea, deberá obedecer al
gobierno.
Me pregunto dónde están
los partidos políticos democráticos y republicanos del país en esta hora
crítica, en este otro febrero amargo de nuestra historia. Tal vez están
en lo mismo que estuvieron en aquel otro febrero amargo, el de 1973, es
decir, mirando para otro lado, haciéndose los distraídos, viendo pasar el
vendaval de la historia, y no pensando sino en la comodidad de las
poltronas que el pueblo les ha confiado para defender los sagrados intereses de
la Nación. Pasan las horas, los días de estas alarmantes semanas de febrero, y
los partidos políticos de la oposición no hacen ni un sólo gesto, ni un
movimiento, ni siquiera emiten una tímida queja que advierta la gravedad de la
situación y que manifieste su rotunda e irreductible defensa de los fueros
de nuestra Suprema Corte de Justicia, que es y debe seguir siendo
intangible, ahora y siempre.
Me alarma la falta de
estatura histórica, la falta de reflejos políticos, la falta de conciencia de
los partidos políticos ante este intento sostenido, implacable, orgullosamente
declarado de sofocar, de domesticar al Supremo Tribunal del país que es
garantía de la libertad y de la seguridad de todos los orientales.
Mi tesis es
desoladora; es espantosa: creo que el Frente Amplio no necesita
cobijarse en las sombras – como lo hizo antes - para conspirar,
para continuar en su proceso de Golpe de Estado. Esta facilidad ocurre
porque tiene hoy a los impávidos adversarios que le tocaron en
suerte, y por lo tanto puede muy tranquilamente erosionar y
directamente golpear con eficacia para derrocar un poder independiente
del Estado sin temer resistencia de ninguna especie. Sus adversarios políticos,
por aletargados, les ceden un infinito espacio para que pueda traicionar
a la República sin perturbaciones y sin tener que afrontar ninguna
consecuencia. En este otro amargo febrero que estamos viviendo el Frente
Amplio tiene libertad absoluta para zarandear a la República a su antojo y
acercarse así, con pasos de gigante, a sus últimos y peligrosísimos objetivos
revolucionarios.
El Frente Amplio va
camino de instalar una reluciente y filosa guillotina en la Plaza
Libertad y va a decapitar fríamente, sin piedad y sin ceremonia a la
Suprema Corte de Justicia frente a la mirada azorada y boba de los
partidos políticos de la oposición. Cuando las cabezas de la Ley, de la
independencia de los poderes, de las garantías del Estado de Derecho
estén sangrando todavía dentro de un canasto, los partidos de la
oposición acaso concluyan que la realidad superó con mucho sus
exquisitos y reposados cálculos de probabilidades. Pero no tendrán mucho
tiempo para lamentarse, porque detrás de la Suprema Corte de Justicia marcharán
también ellos para cumplir cabalmente con el destino que la tenaz
dirigencia del Frente Amplio desde hace mucho les tiene reservado .
El Frente Amplio en estas
horas está dando un Golpe de Estado; pretende no meramente arrodillar sino
inutilizar a la Justicia para cumplir con sus oscuras pretensiones
revolucionarias. Los partidos políticos de la oposición deberían haberse alzado
resuelta y heroicamente para denunciar y frenar este desbocado
ataque a la institucionalidad democrática, pero no lo hicieron. Todo lo
que han cumplido hasta el día de hoy es igual a cero; es como si la Corte no
hubiera sido asaltada, es como si la prepotente mayoría del parlamento no
llamara a los ministros de la Corte a arrodillarse, es como si los dirigentes
del Frente Amplio no hubieran rezongado a los miembros de la Corte; es como si
el Frente Amplio estuviera respetando la Constitución en vez de estar
violándola flagrantemente una y otra vez y en especial en esta ocasión
con una tal gravedad que no tiene perdón ni retorno en este otro amargo febrero
que estamos padeciendo.
Es deber de cada
ciudadano que ama la libertad y las tradiciones de la República exigirle a los
dirigentes de los partidos políticos que superen sus diferencias y
patrióticamente respondan al unísono y con voz enérgica ante esta gravísima
circunstancia que atraviesa la República. Ahora no es tiempo de elecciones sino
de decisiones; no se puede especular con el futuro político cuando lo que está
en juego es nada menos que la estabilidad del Estado de Derecho y uno de
los principalísimos pilares sobre los que se asienta la institucionalidad de la
nación.
El Partido Nacional, El
Partido Colorado, el Partido Independiente y todos los ciudadanos demócratas
del país tienen el deber de estar al lado de la Suprema Corte de Justicia
con firmeza y entrega y no permitir que nada ni nadie siquiera piense en
la posibilidad de alterar el orden y el lugar que a ella le asigna desde siempre
la Constitución. Hay que tomar ya mismo una posición entera y sin fisuras en
este tema. Toda demora o toda vacilación en estas horas tan críticas produce un
daño irreparable en los soberanos bienes que son esencia de la República.
1 comentario:
lo repetire nuevamente, el gobierno uruguayo quiere imponer un gobierno tipo cuba-venezuela poniendo una mordaza al pueblo y todo lo que representa la democracia(que actualmente es entre comillas) los uruguayos deben de estar muy alertas y tanto los militares como los partidos politicos deben de crear una estabilidad y seguridad para que no se pierda lo poco que queda, CUIDADO EL CAMINO QUE LLEVA EL FRENTE AMPLIO ES SUMAMENTE PELIGROSO
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