Hipocresía
SEBASTIÁN DA SILVA
Hace unos pocos meses, en Uruguay se interpelaba a quienes promovían la construcción de un nuevo aeropuerto, se acusaba de vende patria a quienes impulsaban una nueva terminal de contenedores, y hace unos años ocurría lo mismo con quienes desmonopolizaban los seguros, o aprobaban una nueva ley de puertos.
Era la época de los referéndums, donde hasta la propia ley de inversiones fue puesta en tela de juicio mediante la firma del presidente actual y del presidente entrante. Era la época en donde todo intento de modernización era calificado de vende patria y neoliberal, en donde se justificaba la inflación, o el déficit fiscal. Con la llegada al poder de la izquierda todo cambió, y al decir de Mario Bergara, todos eran conscientes de su falta de honestidad intelectual al oponerse a todo. Hoy se abrazan con Eurnekian y le piden plata para la asunción presidencial, López Mena dejó de ser un operador de la derecha y una terminal portuaria no basta sino que hay que hacer otra.
Este proceso que puede verse como de maduración de la izquierda, también puede observarse como una verdadera hipocresía política, que sólo el Frente Amplio es capaz de justificar en forma tan descarada. Es lo mismo que si Herrera hubiera llegado a Presidente y hubiera inaugurado una base militar americana en el Cerro o que si Wilson, por una cuestión de necesidad, hubiera formado un gobierno de coalición con Bordaberry.
Ahora bien, yo invito al lector a imaginarse la sarta de improperios que tendría cualquier gobierno entrante no frentista si para costearse la festichola de cambio de mando hubiera recurrido a empresas, todas ellas con concesiones directas, específicas, y subordinadas con el Estado, y en la mayoría de los casos multinacionales.
Probablemente hubiésemos asistido a un primero de marzo con caceroleo y paro general por primera vez en la historia nacional.
Si ahondamos un poco más, este nuevo modus operandi no está descolgado de la nueva realidad que viviremos los próximos cinco años.
La nueva clase gobernante, es de izquierda, tiene parte de la tradicional visión "igualitaria y utópica" profesada como muletilla por el Frente en sus casi 40 años de historia, pero lejos está de coincidir con el barniz sindical, el tufo intelectualoide y la anteojera ideológica que han caracterizado el ala progresista uruguaya.
Hablar tajantemente de reformas estatales, encantar a los inversores, y pretender modificar a la Universidad, la estructura más anquilosada de nuestro país, nos indica que ni Mujica, ni su gente vivió lo que vivió para venir a hacer la plancha. Y aunque parezca bizarro, este neo pragmatismo, muchas veces teñido de doble discurso, permite que los puntos de encuentros sean mucho más cercanos, con los que estamos en las antípodas del pensamiento emepepista, que a sus propios cuadros, formados en una dicotomía tan perversa que pueden verse súbitamente cocinados en su propio hervor o ser aniquilados por fuego amigo.
Para propios y ajenos esta circunstancia es verdaderamente, la gran oportunidad de poner al Uruguay en el siglo XXI.
SEBASTIÁN DA SILVA
Hace unos pocos meses, en Uruguay se interpelaba a quienes promovían la construcción de un nuevo aeropuerto, se acusaba de vende patria a quienes impulsaban una nueva terminal de contenedores, y hace unos años ocurría lo mismo con quienes desmonopolizaban los seguros, o aprobaban una nueva ley de puertos.
Era la época de los referéndums, donde hasta la propia ley de inversiones fue puesta en tela de juicio mediante la firma del presidente actual y del presidente entrante. Era la época en donde todo intento de modernización era calificado de vende patria y neoliberal, en donde se justificaba la inflación, o el déficit fiscal. Con la llegada al poder de la izquierda todo cambió, y al decir de Mario Bergara, todos eran conscientes de su falta de honestidad intelectual al oponerse a todo. Hoy se abrazan con Eurnekian y le piden plata para la asunción presidencial, López Mena dejó de ser un operador de la derecha y una terminal portuaria no basta sino que hay que hacer otra.
Este proceso que puede verse como de maduración de la izquierda, también puede observarse como una verdadera hipocresía política, que sólo el Frente Amplio es capaz de justificar en forma tan descarada. Es lo mismo que si Herrera hubiera llegado a Presidente y hubiera inaugurado una base militar americana en el Cerro o que si Wilson, por una cuestión de necesidad, hubiera formado un gobierno de coalición con Bordaberry.
Ahora bien, yo invito al lector a imaginarse la sarta de improperios que tendría cualquier gobierno entrante no frentista si para costearse la festichola de cambio de mando hubiera recurrido a empresas, todas ellas con concesiones directas, específicas, y subordinadas con el Estado, y en la mayoría de los casos multinacionales.
Probablemente hubiésemos asistido a un primero de marzo con caceroleo y paro general por primera vez en la historia nacional.
Si ahondamos un poco más, este nuevo modus operandi no está descolgado de la nueva realidad que viviremos los próximos cinco años.
La nueva clase gobernante, es de izquierda, tiene parte de la tradicional visión "igualitaria y utópica" profesada como muletilla por el Frente en sus casi 40 años de historia, pero lejos está de coincidir con el barniz sindical, el tufo intelectualoide y la anteojera ideológica que han caracterizado el ala progresista uruguaya.
Hablar tajantemente de reformas estatales, encantar a los inversores, y pretender modificar a la Universidad, la estructura más anquilosada de nuestro país, nos indica que ni Mujica, ni su gente vivió lo que vivió para venir a hacer la plancha. Y aunque parezca bizarro, este neo pragmatismo, muchas veces teñido de doble discurso, permite que los puntos de encuentros sean mucho más cercanos, con los que estamos en las antípodas del pensamiento emepepista, que a sus propios cuadros, formados en una dicotomía tan perversa que pueden verse súbitamente cocinados en su propio hervor o ser aniquilados por fuego amigo.
Para propios y ajenos esta circunstancia es verdaderamente, la gran oportunidad de poner al Uruguay en el siglo XXI.
Blogalaxia Tags: uruguay, montevideo, vicepresidente, corrupción, fraude, presidente, intendencia, impuestos, IRPF gobierno, seguridad, ley