domingo, 15 de noviembre de 2009

Las polémicas de campaña electoral (2)


Las polémicas de campaña electoral - II -
Dr. Eugenio Baroffio Abadie

Como el Frente Amplio ha optado por eludir el debate entre candidatos, con coartadas de nulo valor, los ciudadanos debemos conformarnos con la confrontación de ideas que se hace a través de los medios de comunicación.

En ese sentido, por otra parte, los medios contribuyen poco en la tarea realmente informativa, porque soslayan la sustancia para detenerse con morbosidad en los intercambios de improperios, las réplicas irónicas supuestamente agudas pero que escabullen la respuesta fundamentada.


En definitiva, si el opositor sostiene una idea, se la rebate con una falacia ad hominem, que se reduce a lo siguiente: el candidato opositor propone una medida política “x”, el Señor Mujica no la refuta con fundamento alguno sino que descalifica al rival por cualquier motivo, cierto o inventado.

Así han circulado afirmaciones de Mujica como que la de que “el contradictor confundió el frasco de perfume con el de güisqui”, o es “un perrito faldero”, “o debe tomar viagra y dedicar el tiempo a otros menesteres” o “Fulano es un cadáver político”.

Si hay algo cuestionable en el interlocutor, deduce que cualquier propuesta o idea que de él provenga es falsa, está equivocada, es perversa o está inspirada en un interés espurio.


Puede que como técnica de retórica sea poderosa frente a quienes se movilizan más por pasiones y sentimientos que por el uso de la razón. A pesar de su escasa sutileza, puede “convencer” a quien se inspira en costumbres acomodaticias más que por motivos lógicos.

A la larga, no supone sino un desprecio por la gente, a quien agravia con el supuesto de que son seres irracionales.


Tan lamentable es ese tipo de recurso, que no implica nada sobre la afirmación en sí del interlocutor.

Mediante una descalificación de esa naturaleza no se demuestra que la afirmación del rival sea incorrecta, pero tampoco que sea acertada.

Sólo se empobrece el diálogo. Cuando se trata de una puja electoral y teniendo en cuenta todo lo que está en juego, el asunto es más grave.

Se falta el respeto a la ciudadanía, más que al propio supuesto descalificado. Si eso es todo lo que puede ofrecer un candidato como argumento, entonces, entiendo perfectamente que eluda el debate cara a cara con el adversario. Y ya saben a quién me estoy refiriendo.


Un argumento que proviene de gente sin fama o popularidad y el mismo argumento, si viene de gente famosa o popular tienen muy diferente vigor. Ahí radica la fortaleza del político, pero también denuncia su vulnerabilidad.

La difamación ha sido frecuente en la estrategia del Frente Amplio porque comprendieron instintiva o intencionalmente la necesidad de arruinar el crédito del adversario.

El político menos popular, corre el riesgo de que sus argumentos parezcan argucias, sus emociones un montaje escénico y la sinceridad mera hipocresía. Como consecuencia, el mensaje de la Izquierda termina convirtiéndose en mera necesidad de arruinar el crédito del adversario, lo que transforma sus locuciones públicas, con escasas variantes, en un único mensaje sustancial, lo que se pone de manifiesto últimamente, y ese mensaje es más o menos el siguiente: “yo propongo lo más justo y mi adversario es un perverso”.


En definitiva, como dijo una vez con pesimismo Konrad Adenauer, parecería que: “En política, lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno”.-

Dr. Eugenio Baroffio Abadie

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1 comentario:

Marmota dijo...

No he leído al señor Adenauer pero le encuentro una razón notable a lo que dice.

No es algo para extrañarse en demasía. Como todo argumento ad hominem, hay que tomarlo lisa y llanamente como de quien viene. Ciertamente, un espejo inmejorable de la calidad de quien los balbucea.