sábado, 7 de noviembre de 2009

MELIFLUANDO Por Pedro Bordaberry

MELIFLUANDO Por Pedro Bordaberry - Extraído de Facebook

Confieso que tuve que buscar en el diccionario el significado de la palabra Meliflua con que un senador de oscuro pasado adjetivó a mi voz la semana pasada.

Hace tiempo que desde su Olimpo juzga y me juzgó a mí también. No le parece bien que mientras propongo una nueva forma de hacer política y no agredo ni ataco a nadie otros integrantes de mi Partido no sigan ese camino.

“Si la muestra que elige en el tute de la política es bastos que no se enoje si jugamos bastos” sostiene desde su lógica del Talión, propia del Código de Hammurabi.
Suerte que no ponen copas porque terminábamos en la puerta del boliche. Ahí debe tener las cuarenta y me gana.

No entiende que uno puede proponer, sugerir, recomendar pero que en un Partido de mujeres y hombres libres cada uno es justamente eso: libre de hacer y decir lo que le parece.

La opinión del Partido la damos aquellos que fuimos elegidos en la elección interna como sus representantes pero en Democracia uno dirige el Partido no lo que otros ciudadanos pueden decir o hacer. No distinguir esto es como no darse cuenta que la muestra es Espadas y pretender ganar las diez de últimas con un cuatro de Bastos.

Borges en su Martín Fierro afirmaba que “saber como habla un personaje es saber quién es; descubrir una entonación, una voz, una sintaxis peculiar, es haber descubierto un destino”.
La forma en que uno habla o escribe, la entonación que pone, esta revelando un destino.

El destino que queremos para nuestro país, para todos los uruguayos.

El que pretendemos no es el de los enfrentamientos y ataques de estos últimos tiempos.

Tampoco la sintaxis o la voz del dolor o el miedo. Proponemos una nueva forma de pensar y hacer política, de no contestar los agravios por más que estos nos duelan. Como muchas veces duelen.

Dejar que el que tiene el As recoja las cartas que están en la mesa no es otra cosa que respetar las reglas del juego. Esas que nadie debe dejar de respetar si queremos convivir en paz.

Por eso los agravios no deben contestarse con agravios. He tratado de mantenerme alejado de esos barros. Lo seguiré haciendo. El guapo que se deja arrastrar a una pelea que no quiere ni le conviene ya perdió afirmaba Borges en ese mismo libro.

Los que hemos practicado el deporte colectivo sabemos que lo peor que se puede hacer es pelearse con los compañeros. El rival nos derrota seguro.

Son tantos los problemas que tiene hoy el país: la mitad de los niños nacen bajo la línea de la pobreza; el 65% de los muchachos no terminan el liceo; treinta mil alumnos menos en los últimos cuatro años en nuestro sistema educativo; la inseguridad diaria a la que ahora se suman narcotraficantes serbios, carta bomba que explota en la cara de una mujer y contadores misteriosos que guardaban setecientos rifles y revólveres no se sabe para qué.

Si nos seguimos peleando seguirán los niños naciendo bajo la línea de la pobreza y la inseguridad condicionando nuestras vidas.

Yo no lo quiero.

Por eso cuando me agreden prefiero recurrir a la sabiduría del campito de fútbol. Esa que marca que cuando alguien se enoja hay que decirle, despacito y con voz meliflua: “el que chupa, pierde”.

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