Duro escollo contra la reforma de la salud
El multiempleo médico
Samuel Blixen
Quizás fuera oportuno determinar en qué medida la crisis que exhibe ASSE condiciona la batalla fundamental que representa la implementación de la reforma de la salud, que pretende una asistencia más igualitaria y una utilización de recursos más eficiente.
Esos objetivos chocan con poderosos intereses que operan, a veces directamente, a veces tangencialmente, en las diversas instituciones del sector: el empresariado médico, las sociedades científicas (que han devenido en bunkers del privilegio), la academia, las corporaciones como FEMI y SMU, los sindicatos de trabajadores.
Episodios puntuales, como los reiterados conflictos de los anestesistas, dejan al descubierto el problema de fondo, el factor que agita las aguas y desencadena la confrontación: las ofertas de sustanciales aumentos en las retribuciones que está dispuesto a pagar el Estado por los servicios de los especialistas, serán siempre insuficientes. Los 100 mil pesos largos que se ofrecen no compiten con los ingresos que los anestesistas reciben en el sector privado (admiten que la cifra se multiplica por cinco); y ello porque la contrapartida, una mayor carga horaria, impide el multiempleo que genera los abultados ingresos.
Se pretende que esa ecuación sea comprendida por el millar de mujeres que aguardan en el Pereira Rossell las intervenciones quirúrgicas y los tratamientos oncológicos y ginecológicos postergados por la falta de anestesistas. Los pacientes (del Pereira Rossell pero también del Maciel y del Pasteur) se convierten así en rehenes, sabiendo que en definitiva, llegado el momento impostergable, serán asistidos en instituciones privadas: los anestesistas cobrarán los 1.500 pesos la hora (en lugar de los 500 que ofrece el Estado) y el Estado terminará pagando por el servicio. Negocio redondo.
El nudo está (además de la "cuota" que digita la cantidad anual de especialistas recibidos) en la estructura actual del trabajo médico: el multiempleo. Las escaramuzas, el tire y afloje casi permanente sólo se explican por la resistencia visceral a incorporar otra manera de trabajar, que implica en cierta medida disminuir los abultados ingresos de ciertos profesionales (para otros, quizás la mayoría de los médicos asalariados, supondrá un beneficio) y consagrar un servicio más eficiente en la prevención y en la asistencia.
Por ahora, el Ministerio de Salud Pública ha podido avanzar escasamente en la implementación de un proyecto para transformar en forma radical la asistencia del primer nivel. Este proyecto considera a los médicos generales, de familia, de pequeñas comunidades, pediatras y geriatras, como los profesionales que mantienen una relación longitudinal con los individuos, responsables del cuidado de la salud a través de acciones preventivas, de educación, curativas, de rehabilitación, de promoción y en conexión con el entorno familiar y el contexto sociocultural.
Por las características de su práctica asistencial, el proyecto propone asignar a estos médicos una población de referencia, organizando su trabajo en base a prácticas asistenciales programadas, y no sustentadas principalmente en la demanda espontánea de los usuarios.
Según los asesores del ministerio que proponen el sistema de referencia de población, “la existencia de múltiples agentes operando sin integración impide la adecuada estandarización de los contenidos, la calidad, el costo y la provisión de las prestaciones de salud; genera incrementos en los costos de la atención y promueve una asignación ineficiente de los recursos dentro de las instituciones prestadoras y en el sistema como un todo. También promueve la visión de los problemas de salud de los individuos en forma aislada y ajena a su contexto social, económico y ambiental”.
La transformación del sistema de trabajo implicaría un aumento de la carga horaria, un redimensionamiento de la actividad; una disminución del número de consultas realizadas por hora; y una compensación monetaria en consonancia con los cambios planteados. En el esquema de trabajo propuesto, la ampliación de la jornada implicaría un régimen de 120 horas mensuales con una dedicación en la institución de seis horas diarias de lunes a viernes.
En el sistema actual de multiempleo, los médicos del primer nivel trabajan en promedio unas 287 horas al mes en diversas policlínicas y ganan en promedio por mes 75.800 pesos (en el Interior) y 59.700 (en Montevideo). Mientras tanto, los que trabajan en una sola institución cobran mensualmente en promedio 32.900 pesos en el Interior y 24.800 en Montevideo.
Ahí está la madre del borrego: un esquema de organización del trabajo médico que elimine las diferencias y promueva una mejor calidad de la asistencia más racional y eficiente, choca con el mecanismo del multiempleo; y además abre las puertas para la transformación del sistema que rige para las especialidades, fundado en el controvertido acto médico.
La batalla por los nuevos sistemas de organización del trabajo médico exige un frente unido y una estrategia común que no se perciben hoy en los círculos del gobierno de la salud. ■
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