A LO HECHO, PECHO …
Autor Dr. Eugenio Baroffio Abadie
No fue –ésta del título- la expresión de aquella madre que –por falta de precauciones- procreó una criatura que no deseaba, ni fue proferida mientras amamantaba al fruto de su “mal paso”.
Ésa fue la frase con que tituló el Senador Mujica el opúsculo con que pretendió explicar el resbalón sufrido la semana pasada.
Para el candidato a la presidencia se trató también de un mal paso, aunque de otra naturaleza y probablemente más grave que el de la jocosa anécdota del principio. No le va a alcanzar el pecho, por más que lo infle, para soportar las consecuencias de sus dichos, aunque –justo es admitirlo- hasta ahora no había padecido problema alguno ni alterado sus insólitos índices de popularidad por más que esa diarrea locuaz le viniera afectando desde hace tanto tiempo.
La mayoría de los disparates que incluyen el reportaje de La Nación y el libro “Pepe Coloquios” habían sido escuchados en alguno de sus ataques de incontinencia verbal. Su procacidad, aunque inapropiada para la investidura que ostenta y menos aún para aquella a la cual ahora aspira, no son lo más grave.
Aunque todos obviáramos su pasado guerrillero alzado en armas contra la República y atentando contra la Constitución, causas por las cuales fue condenado y o bien se le amnistió o bien se le consideró cumplida la condena, no podríamos evitar recordar que siempre ha seguido justificando sus acciones. Él no robaba sino que “expropiaba”, no secuestraba sino que “recluía en la cárcel del pueblo”, no mataba sino que “ejecutaba” a quienes por sí y ante sí la “Justicia revolucionaria” juzgaba y condenaba.
Él, que ahora reconoce que “Cuba se cae a pedazos” y constriñe las libertades, sigue proponiendo para el Uruguay un futuro socialista. Si nos ceñimos a sus propios dichos, ese socialismo deberá ser más radical aún que el de Chávez, porque aquél “no construye ningún socialismo”. Supongo yo que pretenderá que el “socialismo del Siglo XXI” se edifique sobre las mismas ideas del Siglo XIX! Y ésas ya se han puesto a prueba y sabemos a qué conducen y cómo concluyen. Y lo debería saber el Senador Mujica que opinó en esos términos de Cuba.
Ya habíamos tenido que soportar su muletilla de que “como te digo una cosa te digo la otra”, ¿porqué ha de extrañarnos que ahora su contradictorio pensamiento aparezca todo junto y condensado en un libro?
Comentar y criticar cada una de las disparatadas alusiones me ocuparía mucho más que un artículo, por eso, ahora deseo limitarme a comentar solamente aquello que expresó cuando pretendió justificarse; algo así como defender lo indefendible.
Al final del día viernes 18 escribió en su “blog” esas breves líneas en que planteó un par de estrategias. Por un lado hacer “un mea culpa” en tono plañidero que le devuelva el papel de víctima de una conspiración permanente en su contra (que tanto resultado parece otorgarle). Y por otro (como sigue creyéndose habilitado a “decirte una cosa tanto como la otra”) cargar la responsabilidad sobre los hombros del periodista que le hizo los reportajes y los publicó en un libro.
“Todos somos malos en privado y en confianza”, expresa, e intenta auto exculparse con el manido pretexto de que todos somos iguales y habríamos actuado como él lo hizo en una situación equivalente. Que me perdone el Señor Mujica, pero ni yo ni la mayoría de los uruguayos nos merecemos ser incluidos en semejante generalización.
Ni la intimidad, ni mucho menos la confianza entre dos personas justifica la “maldad”, sino todo lo contrario. Si el Señor Mujica es malo, al menos tendrá la virtud de admitirlo, pero no crea que el acto reduce la gravedad de su confesión. Y si es malo en privado, no puedo creer que deje de serlo en su vida pública, en virtud de lo cual espero que muchos de sus partidarios reaccionen y descubran su verdadera cara, la que lo hace indigno de la confianza que nos solicita cuando nos reclama el voto. Ya no tenemos derecho a equivocarnos. Podemos haber votado a muchos candidatos perversos, pero nunca lo habríamos hecho si ellos mismos hubieran admitido su condición antes de que los eligiéramos.
Resulta que, ahora, el Señor Mujica descubrió que padece “carencias” inhabilitantes y por eso se compromete en el artículo de marras a procurar mejorar. “En estos días estoy tomando dos cursos acelerados- nos dice- : el primero es para aprender a callarme la boca un poco más. Ahora tengo responsabilidades políticas mayores y todo lo que diga no sólo me afecta a mí sino a la fuerza que represento. Por tanto las palabras tienen que ser sopesadas de otra manera y los juicios más meditados. El otro curso intensivo es para aprender a no ser tan nabo.”
Por acelerados que sean ambos cursos, no creo que el Senador Mujica pueda obtener la “licenciatura” en ninguno de los dos “yendo a clase” en medio de la campaña electoral que deberá ocuparle todavía unas cuantas horas. A su edad -como él mismo reconoce, algo avanzada- no le será fácil dedicarse a todo al mismo tiempo. Pero, además, si recién está en la etapa de aprender a medir sus palabras y a no pecar de ingenuidad (por no tomar la acepción de “nabo” sino en el menos grave de sus significados) ¿Cuánto le llevaría –por intensivo que fuese- tomar un curso y graduarse de Presidente de la República?
Señor Mujica: no siga preocupando a todos los orientales ni defraudando a quienes eran y aún puedan seguir siendo sus partidarios, admita de una buena vez por todas, con la sinceridad que empleó para reconocer esos dos defectos, que no está preparado para postularse al cargo que pretende. Ése sería su más enaltecedor gesto en el presente.-
Dr. Eugenio Baroffio Abadie
Autor Dr. Eugenio Baroffio Abadie
No fue –ésta del título- la expresión de aquella madre que –por falta de precauciones- procreó una criatura que no deseaba, ni fue proferida mientras amamantaba al fruto de su “mal paso”.
Ésa fue la frase con que tituló el Senador Mujica el opúsculo con que pretendió explicar el resbalón sufrido la semana pasada.
Para el candidato a la presidencia se trató también de un mal paso, aunque de otra naturaleza y probablemente más grave que el de la jocosa anécdota del principio. No le va a alcanzar el pecho, por más que lo infle, para soportar las consecuencias de sus dichos, aunque –justo es admitirlo- hasta ahora no había padecido problema alguno ni alterado sus insólitos índices de popularidad por más que esa diarrea locuaz le viniera afectando desde hace tanto tiempo.
La mayoría de los disparates que incluyen el reportaje de La Nación y el libro “Pepe Coloquios” habían sido escuchados en alguno de sus ataques de incontinencia verbal. Su procacidad, aunque inapropiada para la investidura que ostenta y menos aún para aquella a la cual ahora aspira, no son lo más grave.
Aunque todos obviáramos su pasado guerrillero alzado en armas contra la República y atentando contra la Constitución, causas por las cuales fue condenado y o bien se le amnistió o bien se le consideró cumplida la condena, no podríamos evitar recordar que siempre ha seguido justificando sus acciones. Él no robaba sino que “expropiaba”, no secuestraba sino que “recluía en la cárcel del pueblo”, no mataba sino que “ejecutaba” a quienes por sí y ante sí la “Justicia revolucionaria” juzgaba y condenaba.
Él, que ahora reconoce que “Cuba se cae a pedazos” y constriñe las libertades, sigue proponiendo para el Uruguay un futuro socialista. Si nos ceñimos a sus propios dichos, ese socialismo deberá ser más radical aún que el de Chávez, porque aquél “no construye ningún socialismo”. Supongo yo que pretenderá que el “socialismo del Siglo XXI” se edifique sobre las mismas ideas del Siglo XIX! Y ésas ya se han puesto a prueba y sabemos a qué conducen y cómo concluyen. Y lo debería saber el Senador Mujica que opinó en esos términos de Cuba.
Ya habíamos tenido que soportar su muletilla de que “como te digo una cosa te digo la otra”, ¿porqué ha de extrañarnos que ahora su contradictorio pensamiento aparezca todo junto y condensado en un libro?
Comentar y criticar cada una de las disparatadas alusiones me ocuparía mucho más que un artículo, por eso, ahora deseo limitarme a comentar solamente aquello que expresó cuando pretendió justificarse; algo así como defender lo indefendible.
Al final del día viernes 18 escribió en su “blog” esas breves líneas en que planteó un par de estrategias. Por un lado hacer “un mea culpa” en tono plañidero que le devuelva el papel de víctima de una conspiración permanente en su contra (que tanto resultado parece otorgarle). Y por otro (como sigue creyéndose habilitado a “decirte una cosa tanto como la otra”) cargar la responsabilidad sobre los hombros del periodista que le hizo los reportajes y los publicó en un libro.
“Todos somos malos en privado y en confianza”, expresa, e intenta auto exculparse con el manido pretexto de que todos somos iguales y habríamos actuado como él lo hizo en una situación equivalente. Que me perdone el Señor Mujica, pero ni yo ni la mayoría de los uruguayos nos merecemos ser incluidos en semejante generalización.
Ni la intimidad, ni mucho menos la confianza entre dos personas justifica la “maldad”, sino todo lo contrario. Si el Señor Mujica es malo, al menos tendrá la virtud de admitirlo, pero no crea que el acto reduce la gravedad de su confesión. Y si es malo en privado, no puedo creer que deje de serlo en su vida pública, en virtud de lo cual espero que muchos de sus partidarios reaccionen y descubran su verdadera cara, la que lo hace indigno de la confianza que nos solicita cuando nos reclama el voto. Ya no tenemos derecho a equivocarnos. Podemos haber votado a muchos candidatos perversos, pero nunca lo habríamos hecho si ellos mismos hubieran admitido su condición antes de que los eligiéramos.
Resulta que, ahora, el Señor Mujica descubrió que padece “carencias” inhabilitantes y por eso se compromete en el artículo de marras a procurar mejorar. “En estos días estoy tomando dos cursos acelerados- nos dice- : el primero es para aprender a callarme la boca un poco más. Ahora tengo responsabilidades políticas mayores y todo lo que diga no sólo me afecta a mí sino a la fuerza que represento. Por tanto las palabras tienen que ser sopesadas de otra manera y los juicios más meditados. El otro curso intensivo es para aprender a no ser tan nabo.”
Por acelerados que sean ambos cursos, no creo que el Senador Mujica pueda obtener la “licenciatura” en ninguno de los dos “yendo a clase” en medio de la campaña electoral que deberá ocuparle todavía unas cuantas horas. A su edad -como él mismo reconoce, algo avanzada- no le será fácil dedicarse a todo al mismo tiempo. Pero, además, si recién está en la etapa de aprender a medir sus palabras y a no pecar de ingenuidad (por no tomar la acepción de “nabo” sino en el menos grave de sus significados) ¿Cuánto le llevaría –por intensivo que fuese- tomar un curso y graduarse de Presidente de la República?
Señor Mujica: no siga preocupando a todos los orientales ni defraudando a quienes eran y aún puedan seguir siendo sus partidarios, admita de una buena vez por todas, con la sinceridad que empleó para reconocer esos dos defectos, que no está preparado para postularse al cargo que pretende. Ése sería su más enaltecedor gesto en el presente.-
Dr. Eugenio Baroffio Abadie
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