Esperemos que acá no pase lo que pasó en Buenos Aires, en la Feria del Libro, sería interesante que las autoridades tomaran las precauciones del caso.
Extraído de El País
Nacional
"El sistema cubano es perverso; destruye incluso a aquellos que entregan su vida"
Dra. Hilda Molina
Con el pretexto de que su cerebro era "propiedad de Cuba", Fidel Castro retuvo durante 15 años a la Dra. Hilda Molina en la isla, impidiendo que pudiera reunirse con su hijo, radicado en Argentina, y ver nacer a sus nietos. El caso de esta neurocirujana de 67 años, fundadora y directora de un centro de alta especialización en La Habana, movilizó a científicos y gobernantes de varios países, incluido el Vaticano; motivó campañas en la prensa internacional y tuvo un final feliz tras las gestiones que realizó la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner ante Raúl Castro. Hilda Molina vive hoy en Buenos Aires y acaba de publicar una autobiografía titulada "Mi verdad".
Buenos Aires | J. L. Aguiar
Nacional
"El sistema cubano es perverso; destruye incluso a aquellos que entregan su vida"
Dra. Hilda Molina
Con el pretexto de que su cerebro era "propiedad de Cuba", Fidel Castro retuvo durante 15 años a la Dra. Hilda Molina en la isla, impidiendo que pudiera reunirse con su hijo, radicado en Argentina, y ver nacer a sus nietos. El caso de esta neurocirujana de 67 años, fundadora y directora de un centro de alta especialización en La Habana, movilizó a científicos y gobernantes de varios países, incluido el Vaticano; motivó campañas en la prensa internacional y tuvo un final feliz tras las gestiones que realizó la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner ante Raúl Castro. Hilda Molina vive hoy en Buenos Aires y acaba de publicar una autobiografía titulada "Mi verdad".
Buenos Aires | J. L. Aguiar
"Quiero que sea un grito de alerta", dice la Dra. Hilda Molina, en referencia a su biografía Mi verdad. El libro, que será presentado este miércoles en Montevideo, resume en 400 páginas la historia de una apasionada neurocirujana cubana, soñadora y revolucionaria; narra también su desencanto con un sistema "farsante" y su larga peripecia de 15 años para poder salir de la isla y reencontrarse con su familia en Argentina. A los 67 años, vive ahora en las afueras de Buenos Aires, en un modesto apartamento que comparte con su madre, de 91.
-Hubo tantos gritos de alerta en estos 50 años, ¿qué tiene de particular el suyo?
-Creo que hay una diferencia. Yo llegué a ser muy reconocida como científica en Cuba. Fue por eso que me designaron diputada. Usted sabe que allá uno no se postula a la Asamblea Nacional. Cuando las personas adquieren relieve en alguna área, ya sean científicos, deportistas o artistas, es Fidel Castro quien los designa. Y no es corriente que, cuando uno alcanza esa posición, se enfrente al gobierno estando dentro del sistema. Yo tuve, en los años 90, grandes enfrentamientos con el gobierno por el intento de transformar el Centro de Restauración Neurológica, que yo dirigía, en una clínica de pago para extranjeros. Creo que el mío es un grito de alerta especial porque mi posición me permitió conocer cosas que no son accesibles al pueblo cubano. Además, me parece que contar al mundo el drama que viví en el plano familiar, luego de que mi hijo se exiliara hace 15 años, abre una ventana más a la realidad de las familias cubanas. Hay gente que dice: "Esta Hilda Molina se cree que su situación familiar es el centro del mundo". No, no es eso. En Cuba, durante más de 50 años han desgarrado a la familia. No es que mi caso sea el centro del mundo; lo que pasa es que hay muchas familias que callan.
-Usted habla ahora, porque no está en Cuba.
-Desde el comienzo de la Revolución, yo siempre planteaba esos problemas; preguntaba a los dirigentes comunistas por qué ocurrían ciertas cosas. Nosotros sufrimos el desgarro familiar en carne propia desde el principio. Mi familia era católica y cuando comenzó la persecución religiosa, en 1963, dos hermanas de mi madre emigraron a Estados Unidos. De acuerdo con las reglamentaciones instituidas en Cuba, mi madre no podía escribir ni recibir cartas de sus hermanas, porque todos aquellos que se iban de Cuba eran calificados de "gusanos", "contrarrevolucionarios", "apátridas". Para comunicarse con sus hermanas, mi madre tenía que enviar las cartas a escondidas, por intermedio de otras personas, para evitar que algún vecino la delatara.
-Pero usted era revolucionaria. ¿Qué pensaba de esto?
-Yo tenía 16 años y en las reuniones del Partido Comunista pedía que me explicaran por qué mi madre no podía recibir cartas de mis tías. La respuesta era: "Para defender a la Revolución". Yo les decía: "Mis tías no le están haciendo daño a la Revolución, son mujeres pacíficas, no tienen que ver con la política". Al final, como no tenían qué responder, me mandaban callar. ¿Cómo van a condenar a una madre a que repudie a sus hermanas? Jamás lo entendí. Y hay muchos ejemplos en Cuba, incluso de padres delatando a sus hijos y viceversa, porque la Revolución lo exigía. ¡Por favor...!
-Aún no entiendo cómo usted no parecía ver lo que estaba pasando, cuando eso afectaba a su propia familia.
-Yo entré en ese proceso muy joven y vivía inmersa en él, con los sueños propios de la adolescencia de hacer algo grande por la patria, con un ideal de justicia. Uno pasa muchos años de autoengaño, atribuyendo todo a errores humanos, porque es difícil, muy difícil, convencerse de que una equivocó el camino de una manera tan tremenda, ¿no? Todo se termina justificando, de una forma u otra. El sistema es muy perverso.
-¿Cuándo tomó conciencia de que era perverso?
-En 1980, cuando integré una Misión Internacionalista en Argelia. Tenía 37 años y ya era especialista en neurocirugía. Nos dijeron que había habido un terremoto y yo iba muy ilusionada porque se trataba de una tarea humanitaria. Cuando llegamos, lo primero que veo es que nos habían engañado, porque no había existido ese terremoto que decían. A nosotros nos mandaban en realidad a atender una población de provincia en la que no había especialistas. En la embajada en Argel, tuvimos que firmar un contrato. No querían que lo leyera. "Está en francés", me decían los funcionarios. "No importa, yo leo francés", les dije. No entendía por qué, si estábamos en una misión humanitaria, teníamos que firmar un contrato. Cuando lo leí, entendí: el gobierno argelino le pagaba al gobierno cubano. Mucho dinero. O sea, íbamos a hacer una `misión humanitaria`, pero el gobierno cubano cobraba dinero, a espaldas de los médicos.
-¿Se sintió explotada?
-Me sentía utilizada como mano de obra barata. Los médicos íbamos allí en condiciones terribles, con unos estipendios miserables para comprar comida. Vi mucha corrupción en esa misión. En la embajada, todos los meses le entregaban a los médicos, no alimentos, sino botellas de ron y revistas pornográficas. Yo planteaba estos temas en las reuniones del Partido Comunista allá en Argelia. Se discutía, pero al final, como siempre, me mandaban callar. Tengo que decirle que allá sentada, en mi modesto apartamento de Argelia, yo lloré mucho de pensar que a mí me habían estafado mis sueños de adolescente. Decidí que al regresar a Cuba iba a dedicarme exclusivamente a mis pacientes, y que los políticos resolvieran esos líos políticos.
restauración. Hilda Molina regresó a Cuba en 1983 y comenzó a dedicarse de lleno a un emprendimiento: llevar a Cuba las novedosas técnicas de restauración neurológica que se estaban aplicando en los países desarrollados y que ella conocía a través de intercambios epistolares con científicos de Canadá y Japón, entre otros. Su sueño era crear un centro de investigación y tratamiento clínico con los mejores especialistas de su país, para atender a los pacientes cubanos sin recursos.
-Yo misma diseñé el centro y armé el proyecto. Contaba con el apoyo del viceministro de Salud para la parte científica, que se entusiasmó con la idea. Parece que él se la transmitió a Fidel Castro, no sé. Fidel me mandó buscar, el 30 de abril de 1987, para que yo le contase qué era aquello en lo que estábamos trabajando. Tuvimos una larga conversación, de horas. Él vio que tenía delante una persona apasionada por el proyecto y se dio cuenta inmediatamente de las posibilidades. Yo creo que el trasfondo era político. Él me decía:
-¿Y nosotros no podemos ser líderes mundiales en esto?
-No, no podemos porque esto ya tiene sus líderes mundiales. Nosotros somos alumnos, pero al menos hay científicos que están dispuestos a ayudarnos.
Fidel apadrinó el proyecto y ordenó que se construyera el Centro Internacional de Restauración Neurológica, que comenzó a funcionar en 1988.
-Era un hospital maravilloso, con 156 camas para los enfermos cubanos -dice.
-¿Qué ocurrió luego que la llevó al desencanto?
-Los funcionarios del Ministerio de Salud vinieron y me dijeron que había que destinar un grupo de camas para pacientes extranjeros. Al principio, sólo 15. Después se instaló en el Centro una empresa del gobierno, una especie de agencia que promovía el turismo de salud, y me dijeron que había muchos pacientes extranjeros dispuestos a pagar con divisas. Pasaron a reservarse 20 camas. Pusieron una oficina para cobrar y el primer año ingresaron entre 7 y 8 millones de dólares. Esta empresa no intervenía para nada en la gestión del hospital. Venían y se llevaban el dinero. Los que sí intervenían eran los comisarios políticos. Me llegaron a decir que yo no podía darle a los pacientes cubanos, que no pagaban, la misma comida que a los extranjeros, que pagaban. Se podrá usted imaginar de qué tamaño fue la pelea que tuvimos.
-¿No podía explicarle a Fidel lo que estaba ocurriendo?
-Fidel iba a ese centro hasta tres veces por semana. Hablaba conmigo. Me adoraba, al parecer. Un día, después de mucho, se lo conté porque veía que tenía perdida la batalla contra el Ministerio de Salud y los comisarios políticos. "Yo creo que no es moral sacar a los cubanos de aquí", le dije.
-¡No, Hilda, no lo vayas a permitir! -me contestó.
-Yo soy una simple directora. Acudo a usted porque no puedo resolver esto -le dije-. Él caminaba de aquí para allá y repetía: "¡No lo vayas a permitir!" Yo le decía: "¿Pero usted me va a ayudar? ¿Va a ayudar a los enfermos cubanos?"
-¡Sí, sí, sí! -me respondía. Entonces, de golpe, cambió de tema: "¿Es que tú sólo sabes hablar de trabajo? ¿No tienes otros temas que hablar que no sean de trabajo?"
-¿Usted entiende que intentaba cortejarla, por decirlo así?
-Fidel trató de tener conmigo un acercamiento de índole personal que, en mi criterio, pretendía traspasar el límite de lo profesional. En el libro, si lo lee, va a ver algunas conversaciones que él tenía cuando me invitaba a cenar con sus amigos capitalistas cubanos. Se comportaba como un adolescente despechado porque yo no entraba en ese terreno personal. No sé si fue por eso o qué, pero lo cierto es que no me ayudó. Un día vino el ministro de Salud Pública, el Dr. Julio Teja, para decirme que todas las camas -y repito: todas-, iban a ser destinadas a los extranjeros que pagaban. "¿Van a privar a los cubanos del derecho a atenderse en este hospital?", pregunté incrédula. "Es lo mejor para la Revolución", me respondió el Dr. Teja. Yo protesté. Entonces, el ministro de Salud me miró y dijo: "¿Por qué, en lugar de discutir, no piensas un poco más en tu hijo, que trabaja contigo?"
"Me quedé muda", recuerda. "Entendí que era una amenaza y me asusté. Después de calmarme, pensé: lo que voy a hacer es sacar a mi hijo de esta isla y luego, voy a renunciar".
Su hijo, Roberto Quiñones, especialista también en neurocirugía, viajó a Japón en 1994 a continuar el entrenamiento que estaban brindando allí a los médicos cubanos. Su madre se comunicó con él para pedirle que no regresara, que se fuera con su esposa a Argentina, porque ella iba a renunciar a la dirección del Centro. Cuando las autoridades cubanas se enteraron que su hijo no iba a regresar la llamaron. Rugían: "¡Tu hijo desertó! ¡Tienes que llamarlo y obligarlo a que vuelva!"
-Les dije que mi hijo no iba a volver y que yo, en ese mismo instante, presentaba mi renuncia a la dirección del Centro. Saqué el carné del Partido Comunista y lo puse arriba de la mesa. "Se acabó", dije.
Pero el calvario recién comenzaba.
"¡Hilda Molina no verá nunca más a su hijo! ¡Se va a quedar aquí sepultada en Cuba!", tronó Fidel Castro al enterarse, según le contaron a la doctora amigos en el gobierno.
Tardó 15 años en conseguir irse de Cuba, y salió gracias a gestiones del Vaticano, de gobiernos europeos, de científicos y de la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner.
El 14 de junio de 2009 llegó a Buenos Aires y recién ahí pudo ver a sus dos nietos, de 14 y 8 años, a los que no conocía.
"Este sistema", dice ahora, al evocar a Cuba, "es tan perverso que destruye a todos, incluso a aquellos que, como yo, le entregaron los mejores años de su vida".
Incidentes en Feria del Libro
En Buenos Aires, Hilda Molina no pudo presentar su libro "Mi verdad" el pasado 23 de abril, en la Feria del Libro, como estaba previsto.
Estudiantes universitarios y militantes pro-castristas irrumpieron en la sala Jorge Luis Borges, donde la autora se disponía a hablar, y comenzaron a insultarla y agredirla verbalmente.
La seguridad de la Feria intervino para impedir que se arrojaran objetos al escenario, pero la escalada de cánticos contra Molina no cesó, sino que se fue incrementando.
La médica, de 67 años, se paró sobre el escenario y pidió "un pensamiento y una oración para las Madres de Blanco en Cuba".
"¡Cuba sí, yanquis no!", le respondieron a coro desde el público.
"El mismo libreto que el gobierno cubano; sólo faltan los golpes que les dan a las Damas de Blanco", respondía Molina, en referencia a las esposas de los disidentes cubanos.
Enseguida, el micrófono fue tomado por personas del público, unos hablando a favor de la médica, otros pidiendo silencio y respeto.
La sala fue desalojada y la Dra. Molina no pudo presentar el libro.
La salud, para el extranjero
"Si usted viera los sacrificios que tienen que hacer los propios cubanos para acceder a la Operación Milagro en Cuba, se sorprendería", dice Hilda Molina cuando se le pregunta sobre la labor de los oftalmólogos cubanos en países como Uruguay. "Los servicios de salud en Cuba son una maravilla pero sólo para los extranjeros; los cubanos no tienen acceso a ellos. Fidel ha convertido la salud en un producto de exportación".
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4 comentarios:
Que raro que no la recibieron en el salón azul de la IMM y la declararon ciudadana ilustre, o mejor dicho porqué no hicieron la presentación en el paraninfo de la Universidad, que últimamente se usa para recibir personalidades, además siendo médica, que raro que los médicos de nuestro país no la recibieron, siendo Cuba un país admirado por ellos e incluso recomiendan ir a estudiar medicina y hablan maravillas de la medicina cubana.
Todo esto me parece muy raro, el Pit Cnt tampoco estuvo presente, y la FEUU y otras organizaciones sociales no se enteraron, que lástima, que una doctora cubana presente un libro y no se hayan enterado, que habrá pasado???.
Y del gobierno nacional? es muy raro.....
Y que sea en el teatro schek?, porqué no en el teatro el galpón??, que raro.
(je je je).
"Yo le dije a todos los que me dijeron que en Uruguay no sucedía esto, que conmigo iba a suceder. Detrás de esto está Fidel Castro, que no soporta que yo haya escrito el libro y que el libro esté diciendo lo que dice", dijo la médica, radicada en Argentina desde que dejó Cuba en junio de 2009 para reunirse con su madre enferma de 90 años, hijo y nietos argentinos, tras esperar 15 años el permiso para salir de la Isla.
Pues le dieron un Acto de Repudio.
Democracia en Uruguay..., ! Facistas!
Hola Anónimo
me parece que pretendés demasiado de los pobres frenteamplistas, acá cualquiera es ciudadano ilustre, lo han demostrado infinidad de veces, menos los que se tieren contra el gobierno, contra Chavez, contra Fidel y contra los amigotes de esta camarilla....
Por eso no le dieron lugar en el teatro que recibió fondos que TODOS pagamos, tampoco en la IMM que es de todos los montevideanos, en fin....
somos oposición, minoría y no tenemos ni voz ni voto....
pobre país!!! y pobre democracia!
Hola Medicina cubana
lo que pasó en Argentina fue una vergüenza y lo peor es que las autoridades no actuaron.
La Dra. presentó un libro, de acuerdo o no con la tendencia política del gobierno y de la propia doctora, era un acto de cultura no político.
Así no hay democracia que aguante!
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