Extraído de El País
Editorial
Preso de los Castro
Es tan grande el aluvión de noticias que nos llueve por diarios, televisión, radio e internet en sus diversas modalidades, que lo sucedido una semana atrás fácilmente puede olvidarse sino se insiste con el tema. Por ese motivo, vale la pena rescatar del fárrago de nuevas informaciones, una conocida hace 7 u 8 días. La liberación de Ariel Sigler, uno de los muchos presos de conciencia que hace años se encuentran entre rejas por decisión de la dictadura cubana.
Sin embargo, la satisfacción de que haya sido puesto en libertad después de siete largos años -aparentemente una respuesta positiva al encuentro entre los déspotas y la iglesia católica, hasta ahora silenciosa, por boca del Cardenal Jaime Ortega-, no puede borrar los otros aspectos que rodean a esta tenebrosa tiranía, la que por más incomprensible que resulte, sigue gozando de la complacencia y el aplauso de demasiada gente. No sólo entre los arcaicos remanentes de las generaciones filo comunistas; de los seguidores de la Unión Soviética, la filosofía marxista y las prédicas revolucionarias latinoamericanas que hicieron eclosión a mediados del siglo pasado, sino en la actualidad. Cuando el velo que podía cubrir de romanticismo a la aventura castrista en sus principios, en los tiempos en que Fidel Castro lideró el ataque para destronar al dictador Batista, se hizo trizas hace mucho. Y lo que se ha visto y se observa hace más de medio siglo, es que el pueblo cubano sigue sufriendo el castigo de la opresión. Por parte de una satrapía que solo cambió de manos, férrea y despiadada, que gobierna con poder absoluto. Un país donde no existen ni la libertad ni los derechos humanos, cuya isla se transformó en una prisión insular, de donde sólo se puede salir huyendo, arriesgando vida y familia.
Sin embargo, son justamente quienes hábilmente se han adueñado de la bandera de los derechos humanos, y en nuestro país por ejemplo, se empeñan en cruzadas para castigar los excesos ejecutados bajo el gobierno militar, (no por el terrorismo), a los que jamás se les oye una crítica, nunca una manifestación, una marcha, una solicitada, para condenar en forma enérgica el continuado avasallamiento de las libertades individuales que caracteriza al régimen castrista. Ni siquiera en el Parlamento, la casa de la democracia, consiguió la oposición que el F.A. acompañara una declaración desaprobatoria del gobierno cubano a raíz de la muerte en febrero de un preso político.
La imagen de Stigler que recorrió el mundo el domingo pasado, una vez emergido a la luz del día, en un estado patético, con 46 kilos menos de los que pesaba cuando fue apresado siete años atrás, convertido en un cuadriplégico a causa de una afección neurológica, con graves dolencias en el estómago, el esófago y la garganta, es una patente muestra del trato inhumano recibido en la cárcel y de como castiga la tiranía a los que se atreven a disentir con ella. Como lo hacía valientemente este hombre, presidente del Movimiento Independiente Opción, cuya salud está evidentemente destruida para siempre, transformado hoy en un anciano, a los 47 años de edad.
Y como lo hizo con igual coraje Orlando Zapata Tamayo hasta que su organismo no resistió más, luego de 85 días sin comer, ofrendando su joven vida en el combate en pos de las libertades civiles y políticas. Y así lo continúa haciendo desde la cama, en un hospital a 400 kilómetros de la Habana, donde se consume poco a poco con su huelga de hambre en algo neutralizada con alimentación intravenosa, Guillermo Fariña, quien afirma con admirable valor, que no depondrá su actitud hasta que dejen salir a los 26 presos muy enfermos entre los 200 que están en cautiverio.
La ceguera mal intencionada de los núcleos de izquierda es inadmisible. La hipócrita indiferencia de esos grupos de intelectuales y políticos, finalmente fue sacudida a partir de estos trágicos episodios. Algunos, como el premio Nobel portugués de literatura, José Saramago, por fin alzaron su voz contra los Castro y la Unión Europea cambió bastante su postura.
¡Era hora!
El País Digital
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