martes, 8 de noviembre de 2011

Somos un barco sin timón, ni capitán, a la deriva total

Parece ser que Sarkozy nos pone en el ojo del huracán y ahora tendrán que navegar desde el gobierno, con una tormenta importante.

Las consecuencias, como dije en mi post anterior, no se van a hacer esperar y creo firmemente que es muy malo para el país, esto que está pasando, y malo para nosotros que tendremos que sufrir las consecuencias.

Si hubiera un canciller bien puesto, esto lo resolvía de otra manera, es lo que creo.

Este artículo, lo resume todo.

Extraído de El País.

Caída libre


La reciente gira presidencial por países europeos dejó tres episodios anecdóticos pero a la vez ilustrativos de cierta realidad de gobierno: el paquete-regalo que fuera confundido con una bomba en Suecia; la comitiva trancada en un ascensor por no respetar los máximos de capacidad permitidos; los discursos presidenciales en Alemania sobre las virtudes de la democracia y sobre un país que gusta de feriados largos.

Todo pasa como si esta izquierda en el poder descubriera el mundo y sus códigos con dificultades que la dejan, como en los dos primeros episodios, al límite del ridículo. O, como en el caso de los discursos en Alemania, que la llevan a creer que como ella se ha convencido de las virtudes de la democracia, luego de su desgraciado itinerario guerrillero, el exigente público alemán del siglo XXI reconocerá extasiado ese tardío deslumbramiento en un pequeño país sudamericano. O, lo que es peor, que el empresario alemán apreciará cierto folclore exótico que cuenta conversiones democráticas tardías y fines de semana sin trabajar, y que por ello llegará con inversiones al país.

Estos son episodios recientes y puntuales. Pero no son los únicos que muestran la tremenda dificultad de esta izquierda gobernante por entender y cumplir con los códigos capitalistas internacionales.

La inaugural y contundente reunión del Conrad con inversores regionales en 2010 tuvo que vivir una segunda instancia de ratificación del rumbo cuando los signos gubernamentales empezaron a ser contradictorios. Tiempo más tarde, como si ninguna reunión de este tipo hubiera existido, el progresivo aumento de la conflictividad y de la violencia de las medidas sindicales, con un gobierno omiso; la convicción desde la propia presidencia de llevar adelante políticas públicas de clara inspiración anticapitalista, como el impuesto- ideológico a las grandes extensiones de tierra; y la firme posibilidad de terminar con el papel que cabe a Montevideo como refugio financiero regional desde hace más de medio siglo, con tal de obtener el beneplácito de nuestros vecinos, siguen poniendo en tela de juicio las promesas de Punta del Este.

Las buenas expectativas no son eternas y reaccionan ante la convergencia de señales negativas. Tanto va el cántaro al agua que al final se rompe.

Es por ello que no es casualidad el resultado de una reciente encuesta en la que participaron altos ejecutivos del Uruguay. Se verificó allí una tendencia a la baja en la aprobación de la gestión de gobierno, que en un año pasó de 54% al 15% del total. A su vez, aumentó fuertemente el porcentaje de encuestados que desaprueba esa gestión: en este 2011, se pasó de 14% en marzo a 49% en septiembre. Pero lo más preocupante de los resultados son las expectativas a futuro: predominan las negativas. Tres de cada cinco altos ejecutivos del país creen que la situación económica empeorará y esperan que desmejore el clima de inversiones de aquí a un año.

En todos estos años, la izquierda ha avanzado sobre una formidable bonanza internacional que le permitió cierto margen de acción para contentar dos polos opuestos: la mayoría de la opinión pública por un lado; sus aguerridos militantes sesentistas por el otro.

Llegado el momento en el que los vientos internacionales cambian, la sensación que transmiten las tristes anécdotas del gobierno por Europa es la misma que dejan los sinsabores de las promesas no cumplidas del Conrad, y las que se verifican ahora en el empresariado: preocupación por el futuro.

Porque en vez de asegurar un rumbo claro y moderno en el exterior; en vez de dar garantías de estabilidad para la inversión; y en vez de contener sus pulsiones extremistas sindicales y políticas, el gobierno ha logrado con sus idas y venidas ("como te digo una cosa te digo la otra") sumar ruido al ya de por sí complicado escenario internacional que se vislumbra para el país.

El problema es, sobre todo, político. La confianza en que esta izquierda es capaz de conducir el barco en tiempos de crisis va en caída libre.

El País Digital

Blogalaxia Tags: vicepresidente,

No hay comentarios: