jueves, 5 de abril de 2012

Carta va, carta viene Fernández Huidobro

El obispo Jaime Fuentes, escribió una carta muy clara a Fernández Huidobro, carta que fue ridiculizada por el ministro, como siempre, tomando por tonto a quien la escribió, pero si uno analiza lo escrito, y tomo sólo algunos párrafos, es obvio que es un espectáculo para los que este ministro considera sus seguidores, por la manera en que se refiere, pues parece que sólo entienden a las puteadas e insultando los que son pobres.

A tal punto, llega la osadía y la ironía de este señor, que nos quiere convencer a todos que GIL quiere decir persona buena, bondadosa, trabajadora, claro, mirado desde su propio ángulo, como dice en la carta: "...En la jerga de los delincuentes, "gil" es el vecino honesto y trabajador."

Por tanto hay que asumir que se siente un delincuente y por eso, los giles somos los demás que no sólo aguantamos sus insultos, su mal talante, similar al del presidente, sino que además le pagamos el sueldo, y si, tiene razón sólo unos giles ponen a esta gente en el gobierno.

Dice en su carta: "...Entre gente pobre es el único lenguaje posible para entenderse...."

Y acá si, le erró feo, porque el pobre puede ser pobre pero no necesariamente tiene que ser turro, burro, inculto o de pocas luces para entender.

Cómo se equivocó...

Yo no se de qué habló Fernández Huidobro en ADM, tampoco me interesa saber qué sapos salieron de esa boca, porque además, qué me puede decir o agregar este personaje? Absolutamente nada. Basura, nada más.

Lo que si me importa es que queda muy claro, que este señor que empuñó armas contra gente inocente, que torturó y mató a sangre fría al igual que aquellos a los que encarceló, no siente el más mínimo arrepentimiento, sacó el tema para el costado como ya lo dije y no contestó, porque su respuesta sería que no se arrepiente de nada de lo que hizo, y eso, hay que tenerlo bien clarito, y lo que es peor, él y su barra brava, les mintieron al pueblo y a muchos chicos de mi edad en aquella época que les creyeron, les creyeron que acá había que hacer una revolución, le creyeron que al final del camino, había un final feliz.

Y el final, no pudo ser peor, no sólo para ellos, sino para todos nosotros.

Pero claro, era más sencillo mandar a esos jóvenes idealistas como carne de cañón, a que pararan las balas, y ellos escondidos como siempre en alguna tatusera.

Y que no se equivoque el señor ministro, acá no hay tantos que tengan que pedir perdón, porque los medios de comunicación no empuñaron armas, porque los partidos tradicionales tampoco lo hicieron, así que la mesa, en lo que a mi respecta sería muy chica, porque todo lo demás, fue consecuencia de las locuras de un grupejo que se creyeron ser dioses del Olimpo, al resto los van metiendo presos, algunos en forma justa y otros inventando testigos, pero ya pagarán, en esta vida o en la otra.

Tenemos algo que agradecerle, ministro?

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