Los titiriteros de siempre
Última actualización en 20 Julio 2012
La privatización de Pluna fue un negocio de viejos conocidos, como el J P Morgan, y otros nuevos, como el Scotiabank, y su derrumbe reedita la fórmula de que el Estado termina pagando los platos rotos. La consultora Ficus Capital, elegida por el entonces ministro Danilo Astori, aparece como el titiritero en las sombras.
Sería ingenuo creer que las principales figuras del gobierno
encabezado por Tabaré Vázquez suscribían el axioma de toda
privatización, según el cual el Estado siempre es incapaz de gestionar
una empresa con la eficiencia del empresariado privado. Sin embargo, ese
pareció ser el criterio del ministro de Economía, Danilo Astori, y del
de Transporte, Víctor Rossi, cuando en enero de 2007 propusieron la
venta de Pluna como única alternativa para cortar la sangría de una
pérdida operativa de 2 millones de dólares mensuales; así al menos
justificaron la privatización.
Cinco años después, el saldo provisorio de las pérdidas acumuladas
por la gestión del empresario argentino Matías Campiani y de la
corporación Leadgate duplican aquella cifra que llevó a Astori y a Rossi
a desprenderse, entre gallos y mediasnoches, con escasa transparencia y
estilo patotero, del 75 por ciento del paquete accionario. Cuando se
conozca la cifra definitiva (porque cada día aparecen nuevos detalles,
como el de los juicios de los antiguos empleados de Varig) quizás
resulte cierto que si el Estado hubiera gestionado Pluna durante otros
diez años –y con los mismos directores miopes y timoratos– igual hubiera
ganado plata, o hubiera perdido menos.
La penetración de esa concepción privatizadora en los estratos
dirigentes del Frente Amplio es analizada en otra parte de esta
cobertura periodística. Es conocida la inclinación del hoy
vicepresidente Astori por esa filosofía (no siempre fue así: hay
artículos suyos en Brecha que proponían la estatización de la banca para
no amparar vaciamientos), pero lo que importa saber es por qué el
entonces ministro de Economía escogió a Matías Campiani para pilotar la
privatización de Pluna. No era cierto que no hubiera interesados; había
por lo menos seis, todos ellos con experiencia en negocios aeronáuticos;
y cuando surgió la posibilidad de una asociación con la venezolana
Conviasa, en el marco de una política de integración, Astori la descartó
de plano.
Hoy el vicepresidente mantiene silencio y se muestra impedido de
concurrir a la Mesa Política del Frente Amplio y a la reunión de
gabinete para discutir el asunto Pluna, aunque sí se siente en
condiciones de reiterar su oposición a la decisión del presidente José
Mujica sobre la incorporación de Venezuela al Mercosur. Es una
explicación reiterada en filas oficialistas que Astori utiliza la
"controversia Venezuela" para distraer la atención sobre la
"controversia Pluna"; de la misma forma que se reitera
–extraoficialmente, por supuesto– que el propio Astori es responsable de
todo el negocio de privatización de Pluna, cuyas consecuencias ponen en
un brete al gobierno y deterioran aun más la menguada credibilidad del
proyecto frenteamplista. La senadora Lucía Topolansky acaba de afirmar
su sospecha de que los directivos de Leadgate vaciaron Pluna, pero
aclaró en declaraciones a Radio Uruguay: "Acá nadie del Estado se
embolsó un peso en el bolsillo".
Puesto que no hay una explicación real y convincente de las
decisiones adoptadas en 2007, es necesario apuntar algunos detalles
sugerentes:
• Astori indujo a las autoridades de Pluna Ente Autónomo a que
tomaran contacto con Paul Elberse, de Ficus Capital, una consultora que
se define como "una firma que ofrece servicios completos de banca de
inversión", y que según Astori tenía el candidato para comprar Pluna.
Ficus fue creada por Paul Elberse y Francisco Ravecca, dos personajes
que hacen de puente entre el Estado uruguayo y grandes corporaciones
financieras.
• Cuando anunció la privatización, Astori afirmó que Leadgate
invertiría unos 170 millones de dólares en Pluna para la compra de
aviones nuevos; que el Estado pondría un millón de dólares después de
asumir ciertos pasivos, y quedaría con el 25 por ciento del paquete
accionario.
• Olvidó mencionar que el Estado saldría de garantía del 100 por
ciento de la inversión en la compra de aviones, entre los que
supuestamente se contaban aparatos para incrementar los vuelos a Europa.
El millón se convirtió semanas después en 8 millones, la garantía trepó
a 135 millones de dólares ante el Scotiabank, por la compra de siete
aviones a la canadiense Bombardier, para vuelos de cabotaje y
regionales. Campiani, cuyo plan de negocios avalado por Astori proponía
multiplicar las frecuencias a Europa, decidió suspender los vuelos de
Pluna a Madrid; Iberia agradecida.
• Olvidó mencionar, en ese momento, que el Ministerio de Economía
asumía la responsabilidad por una deuda que Pluna-Varig mantenía con el
Banco República por 16 millones de dólares, deuda que ahora su delfín,
el ministro de Economía Fernando Lorenzo, no reconoce porque
"corresponde a una empresa privada", de la misma forma que no está
dispuesto a asumir la deuda de Leadgate con ancap por 28 millones de
dólares. En el esquema de Lorenzo, los compromisos prioritarios son las
garantías financieras (Scotiabank) y los créditos laborales de los
trabajadores; ancap y el Banco República deberán pasar sus créditos a la
columna de pérdidas.
• El Tribunal de Cuentas observó todo el proceso de privatización de
Pluna, en especial el otorgamiento del 100 por ciento de las garantías
cuando sólo se controlaba el 25 por ciento del paquete accionario; y el
hecho de haber escogido directamente al nuevo "socio", en lugar de
llamar a licitación. El gobierno ignoró la observación.
Al parecer Astori confió en las referencias sobre Leadgate aportadas
por Ficus Capital, que ya había incursionado en intermediación con el
Estado en la medida en que fue Ficus la que introdujo a los interesados
en hacerse cargo del Nuevo Banco Comercial (nbc), el ave fénix que
surgió de las cenizas del Comercial de los hermanos Rohm, y que el
entones ministro de Economía entendió que había que privatizar cuanto
antes.
El primer directorio del nbc estuvo integrado por representantes de
Advent International, un fondo de capitales de Boston, entre los que se
contaba el padre de Matías Campiani, y de Endeavor, una organización
estadounidense "de fomento del desarrollo económico en países emergentes
a través de iniciativas empresariales". Tanto Endeavor como Advent
están relacionadas con el banco J P Morgan, del grupo Rockefeller, que
era uno de los tres bancos "extranjeros" dueños del viejo Banco
Comercial. Y como el J P Morgan es el principal sostén financiero de la
fábrica Bombardier, puede decirse que permaneció haciendo buenos
negocios en Uruguay pese a que las empresas que financia se desploman
mientras las deudas son absorbidas por el Estado. Por si fuera poco, en
2009 el Scotiabank pasó a ser accionista del Nuevo Banco Comercial, con
lo que se cierra el círculo de intereses entrelazados entre J P Morgan,
Endeavor, Advent, Scotiabank y Bombardier.
Así que en esta historia, Ficus Capital (que, además de la
privatización de Pluna y del nbc, se jacta de haber impulsado el
financiamiento del nuevo Aeropuerto Internacional de Carrasco, la venta
del aeropuerto de Punta del Este y la creación de la zona franca Aguada
Park) parece ocupar un protagonismo mucho más decisivo que el de Matías
Campiani. Los dos hombres visibles de Ficus exhiben una directa relación
con los intereses corporativos que están detrás de los grandes negocios
financieros después de la crisis de 2002.
Paul Elberse es un ejecutivo holandés que trabajó en el ing Bank y en
el abm Bank, que ingresó en los estertores del viejo Banco Comercial a
los efectos de asegurar que la inyección de 100 millones de dólares del J
P Morgan fuera a cuenta de un préstamo que, después, cuando el banco
finalmente quebró, el Estado debió pagar puntualmente: y a renglón
seguido fue gerente general del nbc a un sueldo de 50 mil dólares
mensuales. El entonces ministro de Economía Isaac Alfie consideró que el
sueldo era propio de una satrapía y lo despidió, lo que permitió que
Elberse cobrara un millón y medio de dólares de indemnización al ganar
el juicio correspondiente. Esos antecedentes fueron suficientemente
buenos para el ministro Astori como para encomendarle la búsqueda de un
dueño para Pluna.
Por su parte Francisco Ravecca, cuyo currículo menciona sus servicios
para Bank Boston Argentina y para el banco Surinvest, fue fundador de
Endeavor Uruguay, trabajó en Boston en el fondo de riesgo Advent
International, y tras una maestría en administración de empresas en
Harvard Bussiness School, se integró al Consejo Consultivo Regional del
David Rockefeller Center for Latin American Studies. Por donde se
busque, sus relaciones (Advent, Endeavor, J P Morgan) facilitan el
negocio de Pluna.
A diferencia de Elberse y Ravecca, Matías Campiani no alimentaba
ningún vínculo con Scotiabank y Bombardier. Todo hace suponer que fue
elegido por Ficus para darle un rostro a una función de testaferro. Su
supuesto mérito consistía en su ingenio para tomar empresas fundidas y
reflotarlas. El resultado de Pluna lo desmiente. Pero como ocurre con
los banqueros que se enriquecen mientras sus bancos se funden, Campiani
parece haber engrosado su cuenta bancaria. Se puede sospechar, con
cierto derecho, que lucró con la venta de pasajes mediante tarjetas de
crédito y con los negocios (desastrosos para Pluna) anudados con la
fantasmal Aerovip, de Argentina.
Hay otro costado que merece ser investigado. Campiani desechó toda
posibilidad de comprar los aviones a la brasileña Embraer, a pesar del
precio, de las ventajas de un negocio dentro del Mercosur y de las
facilidades para la asistencia técnica. Prefirió la canadiense
Bombardier y la financiación a través de Scotiabank (que después
aterrizaría en el nbc). Según explicó en una entrevista, cada avión le
costó unos 38 millones de dólares. Sin embargo, el seguro los valúa en
28 millones de dólares. Según el Wall Street Journal, "nadie paga los
precios de catálogo de las aeronaves".
El periódico neoyorquino afirma,
citando a Robert Milton, presidente del directorio de Ace Aviation
Holdings Inc –la matriz de Air Canada–, que "el precio que en verdad
pagan las aerolíneas es alrededor de la mitad del anunciado por los
fabricantes en el caso de pedidos multimillonarios". Southwest Airlines
Co, por ejemplo, pagó por una compra de aviones Boeing 737 Max unos 35
millones por avión, una rebaja de casi 64 por ciento. Campiani dice
haber pagado por un Bombardier lo que cuesta un Boeing 737. Los 135
millones de dólares financiados por Scotiabank suponen 19 millones de
dólares por cada aparato. ¿Qué rebaja obtuvo Campiani, y para quién?
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